- Una pareja mexicana cambió la rutina corporativa por un velero y rediseñó su vida desde el océano, apostando por un modelo donde el tiempo ya no lo dicta la agenda, sino el mar.
- Sin capital ilimitado, pero con preparación y método, planificaron su transición, se formaron en navegación y hace cuatro meses zarparon para recorrer el mundo sin fecha de regreso.
- Hoy documentan esa decisión en su canal Vela sin rumbo, donde Renan y Fer muestran que cambiar de vida no es una huida, sino una forma consciente de habitar el mundo con otros ritmos y prioridades.
Renan Bucheli y su esposa, Fernanda, dejaron atrás la vida godín, renunciaron a la rutina tradicional y cambiaron su casa por un velero. Convirtieron el océano en su hogar y la travesía en su forma de habitar el mundo. Sin fecha de regreso, navegan con la convicción de que existe otra manera de vivir. Documentan el viaje en su canal Vela sin rumbo, donde comparten una historia que no busca evadir la realidad, sino rediseñarla.
Hace cuatro meses soltaron amarras y se lanzaron a altamar para cumplir un sueño junto a Goxo, Lutxi, Aixa y Piero —sus perros, uno de ellos terminó el viaje antes— Dejarlos nunca fue una opción, son parte del núcleo que sostiene esta historia. Viajan juntos porque así funcionan, como una pequeña tripulación en la que nadie es prescindible.
Cuando el sueño deja de ser una idea
A veces, perseguir un sueño empieza cuando aceptas que la vida que llevas ya no alcanza para lo que imaginas. Renan y Fer lo entendieron al soltar la rutina y construir un hogar flotante, un espacio donde cada decisión —del uso del agua a la ruta del día siguiente— los acerca a esa vida que durante años solo existió en conversaciones.
Hoy viven a bordo. No siempre hay viento. No siempre hay comodidad. Pero hay algo constante: comunicación, voluntad y confianza. En el mar, Fernanda descubrió que el liderazgo no se impone: se comparte.
“En el velero no hay espacio para el ego ni para la duda paralizante. Hay instrucciones claras, decisiones rápidas y confianza absoluta. En situaciones límite, la acción —consciente y oportuna— es la única respuesta posible, dentro y fuera del mar”, cuenta.

En Vela sin rumbo comparten su día a día. No ofrecen recetas ni fórmulas de éxito; ofrecen un espejo: una historia que conecta con quienes sienten que el mapa que siguieron no era el suyo y necesitan nuevas coordenadas para reencontrarse.
“Existe más de una forma de vivir que la que a veces la sociedad nos ha impuesto. No tienes que ser millonario ni tener 60 años para empezar. Lo que más pesa no es lo que hiciste, sino lo que no te atreviste a intentar”, comparte Renan.

Aprendizajes que no vienen en un manual
Su travesía les ha dejado más que habilidades náuticas: transformó su manera de mirar el mundo y aprendieron que:
- El miedo no desaparece, se gestiona. Desde dejar un trabajo que amas hasta enfrentar tormentas o despedirte de quien quieres, el miedo no se elimina: se cruza con decisión.
- La libertad sin estructura no existe. Vivir en altamar no es romanticismo: es logística, preparación y sistema. La libertad se sostiene con disciplina.
- Confiar es todo. En el mar aprendes que a veces tocará obedecer y otras dirigir, pero siempre confiar: en tu pareja, en tu intuición, en tu capacidad.
- El verdadero privilegio es el tiempo. No el dinero, no la casa, no las cosas: el privilegio está en decidir cómo habitas tus días.
- Los sueños implican responsabilidad. Por eso no dejas a tus seres queridos atrás: porque cuando decides cambiar de vida, no abandonas lo que amas, lo integras. Lo cuidas. Lo llevas contigo.
“La vida es demasiado corta para aplazar un sueño esperando el momento perfecto, porque ese nunca llega. Lo único perfecto es decidir hacerlo ahora, con lo que tienes y desde donde estás, sin dejar que los años se te vayan en la espera”, concluye Renan.